Un caso clásico de Horney

¿Cuándo se da uno cuenta de que ha perdido la razón? ¿Es posible? ¿Los locos se dan cuenta de que están locos? ¿Acaso no es una enfermedad? ¿Los humanos no nos damos cuenta al estar enfermos? Ergo, ¿un loco sabe que está loco? Quizá la locura sea un estado terminal, el final de una senda que se recorre durante muchos años antes de llegar hasta la salida. O a la entrada, ¿no es una salida una entrada invertida? Una entrada a la japonesa, donde en vez de dejar los zapatos se deja uno la razón. Yo a veces me digo que estoy enfermo. Suele ocurrir cuando rumio una de mis ideas sin sentido. Llegan sin previo aviso hasta el melón que tengo por cabeza y allí se instalan, sibilinamente, ocupando (y con k también) una pequeñita porción de estabilidad mental -a veces emocional-. Desde ese instante, vía neurona (aunque hay teorías ahora que desmienten este supuesto) me atacan como ráfagas, llevándome a otro mundo, el del pensamiento, el incorpóreo, el etéreo, la nada... se le puede dar cientos de nombres pero todos suenan igual de escalofriantes. Allí macero, en un placentero baño María, ideas variopintas de un futuro prometedor en el que soy el protagonista de las historias más inverosímiles: buenas y malas, trágicas y alegres, dramáticas y esperpénticas. A veces pienso que si estuviera rapado, en pelota picada, metido en una piscina llena de un extraño flujo parecido al agua y conectado a miles de cables sería un sosias de los precongs de Minority Report, aunque con una pequeña diferencia: el futuro que ellos ven siempre se cumple, el mío nunca va a hacerlo. Es triste, pero es así, en vez de ilusionarme con mis sueños futuros los elimino. Sé que nunca van a cumplirse porque destruyo las líneas temporales que me habrían llevado hasta allí. Algunos sueños son imposibles. Son los que más me gusta soñar, los que evitan que piense en lo cotidiano, destruyendo la verosimilitud más fehaciente. En resumen, un caso clásico de Horney: el hombre que se consuela a sí mismo no con lo que logra sino con lo que sueña con lograr.
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