Malditos parientes

Una vez, la Muerte fue a visitar a su prima la Desgracia. Venía de dar el finiquito a una gorda con la pituitaria jodida, lo que terminó por matarla de un gran atracón. La pobre no se saciaba y así, tragando y tragando se fue al otro barrio. El de la Muerte, osea. La Muerte estaba exhausta. No en vano había tenido que mover el cadáver ella sóla, con sus falanges peladas, argamasadas de no se sabe qué ungüento maloliente que le daba cohesión. La gorda se le había caído encima de su flamante túnica negra (estrenada con el cambio de siglo; la Muerte era como Florentino Pérez, pero en vez de camisas azules, ella tenía túnicas negras que estrenaba cada centuria) y hasta que logró levantarla sin romper la túnica pasaron horas y un fémur cascado al hacer de palanca. La Desgracia, pobrecita ella siempre jodida como su nombre indica, le ofreció un vaso de agua y una toalla con la que secó el sudor de la brillante calavera de su prima hermana por parte de muerto su parentesco. La Muerte aferró con fuerza las manos de su queridísima prima para mostrar su agradecimiento. ¡Pobre Desgracia! No pudo hacer nada ante el toque de la Muerte. Si es que los parientes son una lata...
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