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Viernes de melancolía

Viernes de melancolía

Hoy me he afeitado la cabeza. Sí, es cierto, parece un hecho sumamente insignificante, baladí. No para mí. Siempre lo he asociado a la purificación. Voy a decir una gilipollez, de la que puede que me arrepienta: al igual que una mujer violada busca desesperadamente una ducha para tratar de eliminar cualquier mínimo atisbo del doloroso recuerdo o del infame rastro, cuando yo me afeito la cabeza espero que todos los problemas se vayan por un parecido y ficticio sumidero imberbe. Ya sé que no es lo mismo, que no le llega a la altura de la más fina suela de cualquier zapato plano, pero es un símil tan desafortunado como otro cualquiera. Es viernes, he dormido seis horas, me he despertado cada treinta minutos, asustado, agobiado por una serie de pesadillas en blanco y negro. En fin, dejemos los contenidos prosaicos para mejores tiempos. Queridos amigos, es cierto, siempre que me afeito la cabeza espero que las tonterías que se apelmazan debajo de la mata de pelo se queden amontonadas en el suelo de la peluquería. Estaría bien que la mierda que uno acumula bajo el cráneo fueran las raíces de los cabellos. Menudo símil, pero es mi símil. Sería como arrancar una zanahoria. Así de fácil; así de simple. Ojalá. I wish; pero no es así. Quizá la sensación dure unos minutos, es posible que unas horas. Sin embargo, no he logrado pasarme la mano por la cabeza un par de veces para cerciorarme de la buena nueva cuando la mierda se ha vuelto a acumular ahí nuevamente, como si alguien hubiera levantado mi cráneo, cual alfombra, para esconder debajo los desperdicios de una nueva empanada mental.

Hoy es viernes. Fin de ciclo laboral; fin de mes proletario. Quizás ha sido eso, o quizás ha sido la melancolía, pero bajaba por la calle de los títulos cuando me ha venido a la cabeza uno precioso: "Las quince lágrimas de MJ". Quizás algún día se pueda convertir en novela el argumento inexistente que no he comenzado a lucubrar. Habrá que hacer como Ariadna, encontrar un hilo del que tirar...

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