Blogia
pusilamia

Calores climáticos

Calores climáticos
El calor se pega. Hay una ráfaga de aire que me atormenta. Viene del sur, allende el desierto se funde en fina línea con un mar abrasador. Estoy escuchando ronronear a Barry White. Ojalá tuviera un copazo en la mano que aplacara la sed. La garganta se hace arena según pasan los minutos y aullo por unos hielos que la atraviesen, empujando la sílice al intestino. La música mece un ligerísimo letargo que se va apoderando a cada estrofa de lamentaciones. Derivo en espíritu -ojalá, no habría cuerpo material que soportara los calores-. Me paro un instante y siento el lamento: no me atrevo a conectar el aire acondicionado. Llegan a mi mente los ecos de los conciertos de ayer contra el cambio climático. Intento arañarle al tiempo unos minutos en los que mi anticuada máquina de aire no masque el refrigerante no ecológico -sí, mastica R22, ya he dicho que es vieja de cojones-, haciendo acopio de valor, convirtiéndome en mártir de la "causa verde". Estoy en gayumbos. Comienzan a notarse las marcas de la silla en la piel sudorosa; y quizá el tapizado esté transpirando ya por mí. Pero aguanto. Aguanto incluso cuando veo lo que paga de factura eléctrica Al Gore al año. Resisto. No hay vuelta atrás. Soy un puto grano en el culo del mundo, en medio de una ciudad achicharrada que lleva oyendo eso del tres meses de invierno y nueve de infierno tanto tiempo ya que no sabe si el cambio climático ha existido toda la vida o el que se inventó el refrán fue un parientucho de Nostradamus. En fin, un grano no hace granero y a nadie le importa un huevo.

0 comentarios